por Jorge Petinaud Martínez-PL |
Treinta y cuatro años después de su debut junto a la mítica banda Irakere en el Carnegie Hall de Nueva York, el pianista, compositor y director de orquesta cubano Chucho Valdés fue recibido como un dios en esa sala.
La reaparición del autor de Misa Negra en el escenario
al que públicamente ha denominado "templo único" fue calificada de
ocasión histórica por la crítica especializada estadounidense e
internacional. Diversos medios coincidieron en la afirmación de que su
entrada provocó una larga ovación en un auditorio abarrotado no solo de
latinos.
La sala Carnegie se impregnó del ambiente
cosmopolita de la Gran Manzana con la presencia de asiáticos, hebreos,
italos y afro norteamericanos, atraídos además por la nueva banda del
artista, los Afro-Cuban Messengers, y la cantante invitada, la
guineano-mallorquina Concha Buica.
Existía expectativa por comprobar si a los 70 años de edad el
gigante del piano sigue uniendo a su virtuosismo la magia de la alquimia
perfecta en la experimentación y fusión de los ritmos tradicionales
cubanos con las más profundas esencias del jazz.
Esa capacidad de asombrar y seducir con un sonido único llevó a Chucho Valdés en 1978 a la conquista de su primer Grammy con la inolvidable banda Irakere.
El concierto del Carnegie Hall con Buica como
invitada, el 21 de enero, marcó el inicio de una gira promocional de
Valdés y los Mensajeros afrocubanos por 20 ciudades estadounidenses, que
continúa con todo éxito y concluirá a finales de febrero, sostuvo la
oficina del creador de Mambo influenciado.
En el periplo, el pianista y sus músicos interpretan los temas del álbum Chucho's steps (Los pasos de Chucho), título que rinde homenaje a John Coltrane, autor de Los pasos gigantes.
Este fonograma aportó el octavo Grammy de Valdés como mejor disco de Jazz Latino 2011, y la crítica lo ha calificado de excepcional por reunir experimentación con virtuosismo y espontaneidad.
Al decir del crítico Leonardo Acosta, en Los pasos de Chucho
se combinan fundamentalmente cuatro lenguajes musicales con gran
efectividad: hard bop, jazz modal, free jazz y música ritual afrocubana.
UNA COLECCIÓN DE GRAMMYS
Nominado 15 veces y con su nombre asociado a una verdadera colección de Grammys entre las versiones latina y estadounidense de este mecanismo de promoción avalado por académicos, por su calidad Chucho Valdés prestigia estos lauros.
Obtuvo el primero en 1978 por el disco Irakere, nombre de la banda de jazz que fundó en 1973 y dirigió hasta su desintegración.
Esta agrupación constituyó uno de los motores que
revolucionaron el panorama musical cubano en los inicios de los años 70
junto al Grupo de Experimentación Sonora del Instituto Cubano de Arte e
Industria Cinematográficos (ICAIC), la orquesta Van Van entre las
charangas, y a partir de 1978 Adalberto Álvarez y Son 14 entre los
conjuntos.
La decisión de vivir en la tierra natal mantuvo al artista
alejado de estos premios, cuya sede radica en territorio de Estados
Unidos, hasta la última década del siglo pasado.
Pero en 1997 Habana, donde intervino con la orquesta
Crisol (músicos estadounidenses, puertorriqueños y cubanos) del
trompetista norteamericano Roy Hardgrove, le aportó otro gramófono.
Live at the Village Vanguard, grabado durante una
actuación en Nueva York del cuarteto que Valdés integraba junto al
bajista Frank Rubio, el percusionista Roberto Vizcaíno y el baterista
Juan Carlos Rojas, fue premiado con otro Grammy en 2001.
El músico "todo terreno" sorprendió en 2002 con Canciones inéditas, trabajo discográfico de aire intimista, ganador de la versión latina de estos premios en la categoría de Mejor Álbum Instrumental Pop.
Nuevas Concepciones, un anticipo de cómo el
pensamiento musical del artista se proyectaba hacia el siglo XXI,
significó en 2004 un nuevo gramófono en el apartado Mejor Álbum de Jazz Latino.
Tuvo importante participación en otro disco laureado con un Grammy ese mismo año, Buenos hermanos, del inolvidable Ibrahim Ferrer, a quien acompañó en las obras La música cubana, Hay que entrarle a palos a ese, Fuiste cruel y Boliviana, tema de su inspiración.
Junto a su padre Bebo, Chucho Valdés conquistó en 2009 la corona en la categoría de Jazz de los Grammy latinos por el disco Juntos para siempre.
Meses después, en abril de 2009, el autor de Mambo influenciado
y la cantante mallorquina con ancestros en Guinea Ecuatorial Concha
Buica se reunieron en los estudios Abdala, en La Habana, convocados por
el guitarrista y productor español Javier Limón.
El resultado fue una auténtica fusión de almas en 11 horas de
éxtasis creador, y cumplieron con creces el objetivo de rendir tributo a
la legendaria Chavela Vargas a través de su repertorio en el
aniversario 90 de su natalicio.
Buica entregó la voz y el temperamento que desde el debut
discográfico en 2005 le han permitido revolucionar la canción española y
el jazz en ese país.
Una mención especial merecen los autores seleccionados: Rosario
Sansores y Carlos Brito, José Alfredo Jiménez, Juan Zaizar, Álvaro
Carrillo, Agustín Lara, Armando Tejada Gómez y César Isella, Mario
Clavel y Enrique Fábregat.
De regreso ya de todos los despliegues de virtuosismo, dueño de
un toque inconfundible a escala universal y sabio en todas las
expresiones de la música, Chucho Valdés
aportó con su piano la profundidad necesaria para reflejar la emoción,
el desgarro ante el amor frustrado y el aroma de ron del espíritu
chaveliano.
En sus orquestaciones, el flamenco, la ranchera, el jazz, el
bolero, la guajira, el guaguancó y el cha cha cha amalgaman raigambres
telúricas.
Digno respaldo aportaron los integrantes de su cuarteto Lázaro
Rivero (el Fino, contrabajo), el baterista Juan Carlos Rojas (el Peje) y
Yaroldy Abreu (percusión latina y menor), a quienes se sumaron el
trompetista Carlos Sarduy y Javier Limón en la guitarra flamenca.
Como colofón, el artista de la plástica cubana Eduardo Roca
(Choco) aportó una pintura para la portada, toque de distinción a fin de
que El último trago constituya un inolvidable regalo.
Asombrosamente, se excluyó el nombre de Chucho Valdés como nominado por El último trago, finalmente ganador del Grammy Latino en Música Tropical Tradicional
en 2010. Pero a nadie le cabe duda de que a su talento, sobre todo, se
debe el encanto misterioso de toda esta música con aroma y sabor de
Havana Club.
Apenas unos meses después, el maestro y sus Mensajeros
Afrocubanos cautivaron a la Academia estadounidense y conquistaron otro
gramófono norteamericano con Los pasos de Chucho.
Experimentación, virtuosismo y espontaneidad convierten en una
obra jazzística excepcional este disco, cuyo contenido abre un nuevo
camino dentro de la música cubana, según el gigante de 70 primaveras.
"Representa un nuevo rumbo en lo que respecta a la tímbrica, a la mezcla
del folklore afrocubano con el jazz y con las raíces sobre todo".
"Hemos transformado la rítmica, la métrica del afrocubano la
convertimos en asimétrica, o sea, cambiamos los compases tradicionales,
que son seis y los pasamos a cinco, a siete, como una especie de mezcla,
de un compás regular a uno irregular, y eso cambia todo el concepto de
la clave, del ritmo y de la misma melodía. Te obliga a ir
buscando nuevos caminos", confesó a este periodista.
La crítica especializada reconoce esa nueva ruta y destaca que Chucho Valdés
y los Mensajeros afrocubanos aportan un sonido ultra contemporáneo al
jazz, una música de vanguardia en el siglo XXI, la cual ahora encamina
sus pasos triunfales por 20 ciudades de Estados Unidos.
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