Trajo Dacio Malta al Festival de La Habana la
imagen y la voz de un cantor que nadie debe desconocer
En
medio de la tupida madeja del 34 Festival del Nuevo Cine
Latinoamericano —inevitablemente los ojos del público se concentran
en los largometrajes de ficción—, es posible hallar perlas
documentales que en otro contexto menos atribulado no solo llamarían
la atención, sino se nos antojan como piezas imprescindibles en la
construcción de nuestra identidad.
PEDRO DE LA HOZ |
Desde el punto de vista formal, el documental quizás resulte excesivo —unas dos horas de metraje—, asimétrico, demasiado prolijo, pero su valor testimonial y musicográfico compensan las imperfecciones de la realización.
Apenas 27 años de vida —nació en Vila Isabel, Río de Janeiro, en 1910 y murió de tuberculosis en la misma casa donde siempre residió en 1937 —le bastaron a Noel Rosa para dar un vuelco radical a la canción urbana brasileña, con más precisión la canción carioca, y adelantarse a su tiempo de tal manera que todo lo que vino después —Jobim y Moraes por un lado, Chico, Caetano, Gilberto, Milton, y D’Javan— lleva de un modo u otro su impronta. Iván Lins lo reconoce en el documental: escuchar a Noel Rosa le cambió su forma de asumir la música.
Estamos hablando de un hombre que rompió los compartimentos estancos entre la samba de morro (favela) y la llamada samba de asfalto, que apeló a la parodia, a la sátira, a la ironía y a la autorreflexión, que tuvo suficiente amplitud de miras como para colaborar con otros colegas; y que fue capaz de concebir las más tremendas canciones de amor y desamor y a la vez las más incisivas crónicas filosóficas y mundanas.
¿Un ejemplo de esto último? Honestidade. Si el argentino Discépolo retrató la subversión de valores en Cambalache, esta pieza de Rosa ataca el mismo mal con fino sentido del humor.
Malta llevó a cabo una exhaustiva reconstrucción de la obra de Rosa y sus significados fundacionales, recicló materiales de los archivos fílmicos y de la televisión, refrescó las grabaciones del cantautor, las cuales, como es de suponer aún remasterizadas, no poseen una calidad óptima; y pidió a dos cantantes todoterreno, Ze Renato y Marisa Baltar repasar el repertorio rosiano.
No hay sambista que se respete que deje de interpretar en algún momento una canción de Rosa. Incluso cantores de otros estilos lo tienen como una ineludible referencia. Y, claro está, Rosa vive en el carnaval.
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