Ivón Peñalver |
Un fenómeno estético-musical de los años dos mil es, sin duda, la obra del cantautor cubano Descemer Bueno.
Definitivamente, tuvo la suerte de acceder a planos internacionales
importantes con su canción “Cuando me enamoro”, popularizada por Enrique
Iglesias. Pero Descemer
es mucho más. Es sensibilidad, transgresión y ruptura, al tiempo que es
fusión y engarce con una tradición que le antecede y le reverencia.
En esa búsqueda de sonoridades que le rondan y pertenecen, nace su
canción, heredera de la cotidianidad más absoluta, y así llega a la
palestra musical de estos días su fonograma Bueno.
En el disco apuesta por un trabajo que enorgullece su propio
apellido, abordando temas como la nostalgia, los reencuentros, el
desamor y el amor; siendo este último un leitf motiv dentro de
su trabajo de corte romántico. Tierno, al tiempo que apasionado y
vibrante y melódicamente orgánico, a partir de la inserción de una banda
sonora que se apega al tratamiento cameral.
Concebido a base de duetos —Haila, Alain Daniel, Kelvis Ochoa, Baby Lores, X Alfonso, el dúo Buen Fe, Gema Corredera—, el fonograma Bueno
es una propuesta que revaloriza las relaciones personales desde
múltiples aristas. Cada intérprete concede su sello propio a un mundo
ficcional que está concebido para dos.
Desde los temas “Tus luces sobre mí” y “Quisiera volver”,
ambos complementados por un videoclip —cuestión sobre el cual
volveremos más adelante—, el autor autodefine su propuesta de validar su
relación con el otro, ya sea la pareja, los amigos o el contexto
social.
Tal y como dice en la canción “Ser de sol”,
en la frase “desnudo mi temor”, se alza una voz autoral que se repite
en cada secuencia. Por diferente que sean los conflictos que se
muestran, el yo intimista distingue cada propuesta. Un yo que en este
disco se debate entre encuentros y desencuentros.
Por ejemplo, la canción “Siete días” es el reencuentro con la ciudad
que se ha dejado, ciudad “de almas y calles desiertas… en una primavera
eterna”; justamente el elemento “días”, asociado al tiempo, simboliza
aquí la trascendencia de una vida que parece detenida en el recuerdo. En
propuestas como “Tú y yo”, aun cuando son dos los protagonistas, el uso
del término “brújula”, la idea de movimiento, la búsqueda de un rumbo
en medio de lo pasional; universaliza el sentimiento amoroso, lo
descontextualiza y lo atemporaliza.
Voz e imagen se complementan
Canciones que viajan a través de la intrépida mirada de quien las
necesita ver volar, son dos de las interpretaciones de este CD que
cuentan con videoclips: “Ser de sol” y “Quisiera volver”, este último premiado como Mejor Canción y Trova en los Premios Lucas
2012. No siempre las canciones tienen la suerte de ser asimiladas de
manera íntegra, teniéndose en cuenta, en este caso, la preferencia de la
modalidad audiovisual. Pero en Descemer la letra encontró cauce seguro en el gusto popular.
En “Quisiera volver”, con el tiempo como coprotagonista, entre claroscuros, Descemer y Baby Lores
se muestran como personajes dentro de un mundo fabular, donde la vejez
es punto de reflexión sobre el sentido de la vida. En un juego entre
pasado y presente, los anhelos, sueños y vivencias se reflejan en las
miradas optimistas de esos ancianos, que, al decir de otro poeta, son
“eternos centinelas del pasado”.
“Ser de sol”
es la otra canción que halló eco en el audiovisual. Un video que
resultó un tanto polémico por la relación homosexual que muestra y que
bien puede ser un gancho comercial para atraer público, pues el texto
narra una relación de desamor que no tiene necesariamente que incluir a
una pareja gay. Es desamor y nada más. No obstante, el uso de los
colores y luces que contrastan en los dos espacios referenciales de la
historia: uno, el externo, donde todo es aparencial, y otro interno,
donde único las mujeres son auténticamente ellas; llama la atención
sobre una historia bien hilvanada, con su carga emotiva de suspense,
aunque, a mi juicio, comercialmente abordada.
Y es que Descemer
abre múltiples puertas de interpretación. El reto es quedar atento para
cruzar el umbral que proponen sus canciones. Y en ese tránsito de
búsqueda, también personal del oyente, en medio del silencio de la
oportuna reflexión a la que convida el autor, solo queda exclamar; Muy Bueno por Descemer.
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