Por: Ana María Domínguez Cruz
Todos tenemos una deuda con John Lennon. Los más viejos, por
aquello de haberlo escuchado siempre, aunque fuera a escondidas, y los
más jóvenes, la de no dejar de recuperar el tiempo perdido, ahora que,
en el cincuentenario del cuarteto británico, Los Beatles son símbolo,
luz y fuerza de una época pasada, difícil pero jamás olvidada.
Precisamente entre los más jóvenes que quieren saldar esa deuda se
encuentra el grupo de rock Miel con Limón, integrado por estudiantes
universitarios, quienes fueron los hacedores de la banda sonora de la
obra La historia de Juan Lennon, de Pepe Piñeyro que,
bajo la dirección de Enriquito Núñez Rodríguez, presentó Teatro de las
Dos Orillas los martes, miércoles y jueves del mes de julio en el
Bertolt Bretch.
En la puesta en escena, estos siete muchachos asumieron el rol de un
grupo de hippies que «descargan» en la glorieta del parque Lennon, en 17
y 6 en el Vedado, mientras los personajes de Carmela y Juan,
interpretados por los actores Mariela Bejerano y Michel Labarta,
conversaban, lloraban, reían y bailaban en homenaje a la emblemática
etapa musical de los años 60 y 70.
Según Wilfredo Gatel, estudiante de cuarto año de la Universidad de
Ciencias Informáticas (UCI) y director del grupo musical, es una gran
oportunidad la que tuvieron como parte del elenco de la obra teatral.
«Interpretamos temas de Los Beatles como Hard day’s nigth, Imagine y
otros, además de algunos de nuestra autoría, y al concluir la pieza,
ofrecimos un miniconcierto con temas nuestros que funcionó como colofón
del homenaje que Teatro de las Dos Orillas quiso hacerle a Lennon y su
grupo».
No dejó de ser, entonces, una gran responsabilidad, añade Carlos
Peniche, bajista y estudiante de cuarto año de Bioquímica. «Debíamos
terminar “bien arriba” lo que la obra propone y para nosotros, que
apenas comenzamos, fue además un gran reto que intentamos superar cada
día ante un público diverso».
Estas presentaciones, que han permitido a Miel con Limón asumirse con
mayor madurez artística, no han impedido que las buenas experiencias
vividas en los tiempos en los que solo eran «un grupo de amigos que se
reunieron para hacer música y hacerla bien», se mantengan intactas en el
recuerdo. Y que hoy les arranquen sonrisas y nostalgias del corazón.
Tiempos de recuento
Los orígenes de esta «mágica unión», comenta el director del grupo,
no pueden desligarse del Instituto Preuniversitario Vladimir I. Lenin,
donde estudiaban en la misma época cinco de sus actuales miembros,
quienes decidieron probarse, más allá de las peñas y las «descargas»
nocturnas al pie de El gallo de Mariano y en las plazas de las distintas
unidades, para comprobar qué tan bien podían sonar.
«Comencé a tocar guitarra ya adolescente, con la tutela de mi
padrastro y también durante mi estancia en la Lenin, donde el movimiento
de artistas aficionados es muy fuerte. Me perfeccioné más, sobre todo
luego de interactuar con otros muchachos, pues mi sueño siempre fue
conformar un grupo», contó Wilfredo.
Fue él quien incentivó a Peniche, quien ya había aprendido guitarra
con la ayuda de Danilo, un compañero de curso, para que incursionara en
el bajo, instrumento del que aquel no conocía nada.
Se unió al sueño casi real Nelson Labrada, actual colega de estudios
de Peniche, quien comparte su pasión por el canto con la Química,
asignatura por la que integró la selección nacional en diferentes
eventos internacionales.
«Sin percusión era muy probable que el grupo no sonara bien. Aunque
no pude estudiar en una escuela de música, llevo la timba en la sangre, y
si me dan una caja puede comprobarse fácilmente. Así que la batería del
grupo, ¿quién mejor que yo para tocarla?», afirma Luis González, que
comenzará sus estudios de Economía este curso.
Yoendry Montero, actual estudiante de cuarto año de Ingeniería
Mecánica, confiesa que, aunque fue el último en llegar, no sería justo
dejar de mencionar aquellas noches en las que, en el albergue, siempre
se tocaba y cantaba algún tema de Maná o de Habana Abierta.
Junto a otros muchachos que estuvieron algún tiempo con el grupo y
que ya hoy no forman parte de él, estos jóvenes —a los que no los
identificaba ningún nombre en aquel momento— deleitaron a sus compañeros
de escuela con temas suyos como Tú eres mi luz, Una tonta historia de amor, Regreso a la Lenin, en los espacios que brindaron en las diferentes actividades organizadas por el centro estudiantil.
«Al egresar del Pre, durante el año de Servicio Militar, nos
mantuvimos juntos, ensayando algunos temas viejos y otros nuevos, y
también interpretando algunos de otros grupos, pero carecíamos de un
lugar cómodo donde hacerlo y de instrumentos con buenas condiciones que,
por suerte, ya hemos adquirido poco a poco», agregó Nelson.
En los años de estudios universitarios se unió al grupo Lisset Díaz,
también estudiante de Bioquímica, cuya voz le imprime un sello especial
al quehacer del grupo, y Evelio Álvarez, colega de estudios de Wilfredo
en la UCI, en la percusión menor.
«Ahora ya somos Miel con Limón desde que mi papá nos brindó el
nombre, y no es precisamente porque seamos buenos para combatir el
catarro, como muchos piensan, sino por esa combinación entre cosas
buenas y no tan buenas que hemos padecido en estos años», apuntó Luis.
Con Súbete a mi tren, Hapinessidad, Pequeñas cosas —un tema dedicado por Laura Labañino a su padre desde el programa La luz en lo oscuro, de Radio Rebelde—, Simple así y
otros números, el grupo comenzó a presentarse en la peña Del pop al
rock que dirige Juan Carlos Peña en la Casa de la Cultura de Plaza, y
más tarde, gracias al apoyo de Raúl Gómez, se unieron al grupo Moncada
en la peña que miércoles alternos celebra la agrupación en la Casa del
ALBA Cultural.
«Moncada nos ha ayudado mucho en nuestro trabajo musical y en la
proyección artística que como grupo debemos tener, en especial Juan
Carlos Rivero, a quien le agradecemos también la confianza que depositó
en nosotros para nuestra aparición en los programas televisivos El
Termómetro y Mediodía en TV.
«También hemos llegado a un trabajo más responsable, luego de nuestra inclusión en La historia de Juan Lennon,
un riesgo que asumió Enriquito Núñez cuando nos escuchó en la peña de
Osamu Menéndez en el Bretch, y nos hizo la propuesta», aseveró Wilfredo.
Ahora vamos escalando peldaños en la escalera del trabajo musical del
grupo, pero no podemos olvidar la Lenin y los espacios que nos
acogieron cuando no éramos nada serio, acotó Nelson, y sobre todo la
gente que nos ha tendido una mano para que salgamos adelante.
No podemos olvidar, con las pocas glorias que ya hemos alcanzado,
añadió Peniche, cuando solo éramos un grupo de amigos que quiso reunirse
a tocar música de otros, y que hoy somos buenos para el catarro, claro,
y para mucho más, porque demostramos que con cariño y amistad pueden
hacerse grandes cosas.
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