por YELANYS HERNÁNDEZ FUSTÉ |
La céntrica calle Los Maceos de la ciudad de Guantánamo sucumbía ante
la multitud. Un pequeño escenario provocaba con su sonoridad a una mar
de gente deseosa de mover los pies al tiempo que dictaban los toques de
la marímbula, el tres, las maracas, el guayo y el bongó.
“Es nuestro changüí”, dice Keller Durand, un orondo guantanamero,
descendiente de emigrantes jamaiquinos. Keller es seguidor de la
tradición sonera de la Isla, pero si le preguntan qué ritmo le hace
vibrar, no demora en contestar que el changüí.
Ha crecido oyéndolo, sintiéndolo, bailándolo, pues ese género se
cultiva en la región desde el siglo XIX. Keller no se explica cómo el
estilo musical todavía no ha prendido en otras partes del país, a pesar
de la promoción que siempre ha hecho del mismo la emblemática orquesta
Revé, cuyo líder fundador, Elio Revé Matos, tiene el mérito de
internacionalizarlo.
Para definir esa expresión musical, Andrés Fistó Cobas, más conocido
en los escenarios artísticos como “Tabera”, explica que en el changüí
los treseros no trabajan con acordes, sino que doblan la melodía de los
cantantes. El bongó, mucho más grande en cuanto a forma que el del son,
se toca muy distinto al son. Y como aliciente imprescindible se inserta
la marímbula, una especie de bajo, nativa de la tierra del Río Guaso.
Tabera es todo un conocedor del género. Ha guidado por mucho tiempo a
Changüí Guatánamo, una de las agrupaciones cimeras de ese ritmo en la
Isla, y por eso se atreve a asegurar que “el changüí puede gustar en
cualquier parte del mundo”.
Uno de los elementos que distingue el estilo es su forma de bailarlo.
Marcelino Ruiz, uno de los autores guantanameros, explica en uno de sus
números que “el changüí se baila como se toca”.
En la Casa del Changüí Chito Latamblé de Guantánamo usted puede
encontrar un sinnúmero de parejas que cada fin de semana se dan cita
para bailar. Lo que más sorprende en ello es que una cifra importante de
los que allí asisten son jóvenes. También lo son muchos de los que
integran las orquestas cultoras de este ritmo.
Durante mi visita al Festival Nacional del Changüí, celebrado a
inicios de junio, pude palpar que esa tradición no va colgada como de
obligatorio cumplimiento por parte de sus hacedores, sino más bien que
les aflora como un acto natural, necesario.
Y hoy vemos que el género encuentra también una mirada desde el jazz, la música coral, la trova y la música popular bailable.
Pero es en los cultores más genuinos donde el changüí resplandece.
Por eso ha sido grato conocer a la octogenaria Evelia Noblet, bailadora
del género; al propio Andrés Fistó; y a esa intensa agrupación que es
Estrellas Campesinas de Yateras, con más de seis décadas en los
escenarios. Ellos son los changüiseros y son de Guantánamo.
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