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Maykel Elizalde considera
a su instrumento parte de sí. |
Por: Yoelvis L. Moreno Fernández
SANTA CLARA, Villa Clara.— Todavía no sale del asombro. Por
más que intenta explicárselo no logra rebasar la sorpresa de estos dos
premios que, de repente, lo han colocado junto a su novel agrupación en
la órbita de lo más selecto del mundo discográfico nacional.
Con su primer disco Variaciones, el villaclareño
Maykel Elizalde Ruano, también integrante del reconocido trío
Trovarroco, se agenció en la más reciente edición del Cubadisco sendos
galardones en las categorías de ópera prima y grabación en vivo. Y ello
confirma de nuevo cómo el talento joven, cultivador de los más diversos
géneros y estilos, desde lo moderno hasta lo más tradicional,
paulatinamente viene abriéndose paso en este tipo de certámenes.
Maykel’Cuartet, como se hace llamar su grupo, creado en agosto de
2009, le ha abierto un nuevo capítulo a este músico, al que lo
distinguen la simpatía y una especie de suerte probada alrededor del
tres, nombre del instrumento que toca y número que, en partida doble,
recoge su edad actual, con la que ha convertido en realidad el anhelo de
cualquier artista.
—¿Satisfecho con el disco?
—Realmente estoy muy contento, sobre todo por la impresión que ha
provocado en la gente. Muchas personas me han preguntado en la calle
dónde encontrarlo. Y eso es reconfortante, pero supone para uno metas
más altas.
«La grabación se la propusimos a los directivos del Centro Cultural
Pablo de la Torriente Brau, del que ya teníamos muy buenas referencias
por su especialización en este tipo de trabajo en vivo. El concierto se
realizó el pasado 17 de septiembre. Aquello fue tremendo. Contamos con
cuatro invitados que ayudaron a cambiar transitoriamente el sonido y el
ambiente.
«A los pocos días de la actuación me puse a escuchar lo que se había
grabado y me di cuenta de que se podía lograr un buen disco. Realmente
fue sometido a un proceso riguroso desde el punto de vista técnico, pero
sin omitir un detalle de lo ocurrido.
«El material cuenta con 12 temas, de ellos seis son de mi autoría.
Como bien indica el nombre, lo caracterizan la variedad, la amplia gama
de géneros. Tiene elementos de la música afro contemporánea. Se puede
encontrar desde un vals y un tango hasta una suite, cuyos orígenes se
remontan al siglo XV».
—¿De dónde viene tu afición por la música?
—Pienso que de mi temprano acercamiento a la Casa de Cultura, donde
incursioné en el teatro. Allí tuve mis primeras experiencias artísticas,
luego de no poder entrar a la escuela vocacional de arte por estar
pasado de edad. A mi tía, Olga Ruano, quien fue una destacada
instructora y promotora cultural, le debo mucho. Siempre me dio aliento
cuando me sentí triste.
«Inicialmente formé parte de un grupo de aficionados llamado Sabor y
salsa. Conté con el apoyo de los excelentes promotores Jorge Pérez y
Jesús Sol Carrazana. Este último fue quien me introdujo poco a poco en
el conocimiento general, en el saber compartido del trabajo musical, lo
mismo al lado del bajo que en la percusión, pero especialmente en el
tres».
—¿Cómo llegas a este último instrumento?
—En una ocasión el tresero de la agrupación a la que pertenecía se
enfermó, no podía presentarse y, sin pensarse mucho, me dieron a mí esa
responsabilidad.
«Debo confesar que en un principio era el que menos me gustaba. Me
había creado ciertos tabúes, cierta indisposición en torno a él, pues no
era moderno y nada tenía que ver con el bajo y la guitarra eléctrica
que se estaban convirtiendo por entonces en la revelación del momento.
Hasta por eso le achacaba poco futuro. A pesar de su vieja edad, no goza
de tanto repertorio como el piano o el violín, por ejemplo.
«Poco a poco esa idea cambió. Del tres me enamoré en la medida que
fui estudiándolo. Actualmente lo veo como uno de mis grandes amigos, lo
siento como parte de mí. Me he dado cuenta de que consta de una
filosofía extremadamente rica».
—¿Es muy difícil dominarlo?
—Sí, aunque no imposible. Al principio puede parecer complejo, pero
basta con que uno descubra todo lo que se logra con solo tres cuerdas.
Se trata de un instrumento con una apariencia lacónica cuya historia
está asociada a la música popular tradicional, por lo que la persona que
se interese por conocerlo tiene que acercarse a esa variedad, a veces
no muy ponderada. Es de vital importancia también saber quiénes han sido
a lo largo de la historia sus cultores principales.
«Uno de esos grandes a los que siempre habrá que ir es Efraín Amador,
pilar de la pedagogía tresística nacional, quien ha transmitido a las
nuevas hornadas de jóvenes treseros, a través de sus libros y de sus
aportes conceptuales, un conocimiento sistematizado sobre este objeto
musical.
«Para muchos el tres ha sido considerado el piano de los pobres.
Cuando se inició el movimiento de los conjuntos musicales en Cuba,
creados por Arsenio Rodríguez, este instrumento sustituía al piano, ya
que este último era muy difícil de conseguir».
—¿Actualmente cómo ves su salud en Cuba?
—Es excelente. Como nunca antes se vive hoy en la Isla un buen
momento, una etapa de esplendor. Hay muchas tendencias, generaciones y
percepciones artísticas confluyendo para bien en torno al tres. Me
alegra sobremanera que se diversifique la visión del instrumento más
folclórico con que contamos, y que también, de alguna manera, es una
clara expresión de nuestra identidad cultural.
—¿Qué define a Maykel’Cuartet?
—La concepción fundamental de la agrupación es precisamente esa:
llevar el tres a planos de la música internacional, a la mayor cantidad
de formatos posibles, instados básicamente por la tendencia de la world
music, muy extendida en la actualidad en Europa, Estados Unidos y
algunos escenarios latinoamericanos.
«Con el tres se puede incursionar en la música clásica, en el
barroco, en el jazz, por solo citar algunos ejemplos, pues posee un
espectro de posibilidades tan diverso que lo mismo sirve para
interpretar un bolero que un tema de rock. Y eso debe aprovecharse.
«Cuando se presentó por vez primera el proyecto del cuarteto causó
bastante polémica, porque no se concebía este elemento sin un apoyo
armónico como la guitarra o el piano. Esa es una de nuestras rarezas,
por decirlo de algún modo: el grupo solo consta de flauta, bajo,
percusión, tres y una cantante. De manera progresiva se ha ido
entendiendo lo que queremos hacer, y se ha intentado demostrar que el
formato como ensemble funciona. Por suerte los integrantes del cuarteto
asumieron el concepto con facilidad, supieron casi desde el primer
momento de qué se trataba.
«Una de las experiencias más gratificantes que hemos tenido, casi en
nuestros inicios, fue la invitación que nos hiciera el cantautor Silvio
Rodríguez a sus propios estudios».
—¿Cuánto tiene Maykel de Trovarroco?
—Mucho, te diría que casi todo. Esa ha sido la agrupación que me ha
enseñado a pensar la música de un modo diferente, ya que su intención ha
conducido al trío por caminos osados, buscando trasladar la música
tradicional a un formato de concierto, y viceversa. La idea del maestro
Rachid López ha sido genial y muy bien acogida en innumerables
escenarios del mundo, mayoritariamente de Europa y Latinoamérica.
«Desde el inicio Trovarroco me alimentó la esperanza de transformar y
de llevarme hacia la novedad interpretativa, especialmente con el tres.
Pienso que esa agrupación también porta de mí la explosión, un intento
sano de carisma y un gran respeto por la armonía que de conjunto hemos
alcanzado.
«Siempre me he empeñado en no desvirtuar el propósito sonoro del
trío. Por eso cuando comencé a preocuparme por otras variantes, decidí
fundar mi propio cuarteto, que en lo absoluto, pese a las diferencias,
entra en contradicción con lo que hace Trovarroco. Más bien han sido dos
complementos esenciales en mi quehacer.
—Si ahora mismo tuviera que caracterizarse al Maykel músico, ¿qué no pudiera quedar fuera?
—El atrevimiento. Aunque soy joven y me falta ganar mucha
experiencia, no tengo temor a equivocarme en el sentido práctico. Pienso
que lo importante no es manifestar un estado de perfección, ni caer en
el hecho de si violentamos o no una nota, sino transmitir de conjunto un
mensaje y convertir a la música en portadora de un sentimiento, de un
interés por el disfrute.